Lo primero de todo agradecer a la Roca Madrid Gallery la invitación a acudir a la mesa redonda del pasado 25 de marzo “La muerte de la crítica”. Sin duda para nosotros fue una oportunidad para reflexionar sobre nuestro trabajo y de alimentar nuestro saber-hacer.
En Ahora Arquitectura nos dedicamos a trabajar con la arquitectura explicándola a través de visitas, rutas, talleres y conferencias asumiendo que esto también es una manera de hacer arquitectura. Nos dirigimos al público en general, ya sea con formación de arquitecto o no.
Somos más consumidores de crítica arquitectónica que generadores de ella, al menos de forma consciente. Nuestra labor puede ser en muchas ocasiones malinterpretada como una actividad turística o comercial, pero más allá de esta consideración, de la que no renegamos ya que supone un camino para llegar el público, aspiramos a “hackear” estas dinámicas y convertirlas en herramientas de concienciación ciudadana sobre el patrimonio, la ciudad y la arquitectura.
Hay una frase que por manida no deja de tener vigencia y sobre todo una lógica aplastante:
“Al fin de cuentas, sólo conservamos lo que amamos. Solo amamos lo que comprendemos. Sólo comprendemos lo que nos han enseñado” Baba Dioum
A veces nos cuesta entender cómo en una ciudad como Madrid, que tiene tantos amantes, tenga ciertas dificultades en conservar aquello que es amado. La respuesta está en las carencias en la comprensión y en la enseñanza. Es en este último punto donde trabajamos y no de cualquier manera. No se trata de decir cómo de precioso es cierto edificio o barrio, sino de explicar por qué ese edificio es como es, cómo ha llegado hasta aquí, qué cambios ha sufrido, dónde estudió el arquitecto, qué materiales, que posibilidades tiene y un largo etcétera. En definitiva consiste en transmitir una crítica constructiva y sobre todo enseñar a ver la ciudad desde la arquitectura.
Otro punto que nos resulta tremendamente complejo es conseguir que visitas y rutas a zonas menos conocidas de la ciudad resulten atractivas (nos financiamos de las inscripciones). Madrid es mucho más que su centro. En la periferia histórica, en los barrios desarrollistas o en los municipios más insospechados hay elementos dignos de ser conocidos. Si aspiramos a una ciudad heterogénea consciente de su historia y con proyección de futuro, tenemos que soterrar las barreras mentales de la M-30, de las Rondas, del ferrocarril, etc.
Una de las aportaciones más valiosos en nuestras visitas (así nos lo han hecho llegar), no solo son los conocimientos técnicos sobre la arquitectura, sino las valoraciones, comparaciones o reflexiones que forman parte de nuestra capacidad como arquitectos. Esa es nuestra manera para transmitir la crítica arquitectónica, y en definitiva es un principio pedagógico: motivar, generar dudas, provocar razonamientos… El objetivo es que esa actitud se transmita, y se replique con las mutaciones y adaptaciones necesarias, y algún día y poco a poco nos resulte más fácil hablar y entendernos sobre ciudad, patrimonio y arquitectura.
No buscamos generar adictos a la arquitectura, sino de romper los límites y el mito del arquitecto, de hacer más partícipes de la profesión a la ciudadanía que está inundada de estereotipos. Hace poco leíamos a Manuel Gallego en esta entrevista en La Voz de Galicia, hacer una llamada de atención sobre la pérdida de valor de la arquitectura en la ciudadanía. Hay que decir que los arquitectos ya hemos bajado a la arena, y estamos muy entusiasmados aprendiendo cosas que nunca nos contaron en la universidad, pero que son un descubrimiento enriquecedor. Somos muchos los que trabajamos con y no para la sociedad. Sin duda los procedimientos están cambiando, cuestión de tiempo que se regularice. Pero todavía falta reconocimiento y valoración a esta tarea, y sobre todo recursos.
Recursos económicos desde luego, porque no consideramos que lo que hacemos tenga que ser en exclusiva a nuestra costa. Consideramos que la arquitectura es un bien común y debieran ser las instituciones las que faciliten esta labor (que las hay, y estamos muy agradecidos) para que sea accesible e inclusivo. Hacemos algo muy valioso y que supone mucho trabajo de preparación, de coordinación y de realización. No hace falta decir que nos gustaría hacer mucho más de lo que hacemos, pero es evidente que no podemos luchar en lo laboral contra ofertas de trabajo estables (las hay….), la fuga de cerebros, las complejidades de la gestión interna, la logística, la difusión, la falta de tiempo, etc.
Muchas veces nos han planteado hacer rutas “más cañeras”, en las que denunciemos las innumerables atrocidades que se cometen a diario contra la ciudad, la arquitectura y el patrimonio. Apoyamos y consideramos que es fundamental conservar y sobre todo explorar nuevos usos en el patrimonio, sino estaríamos profundizando en los mismos errores. Entendemos nuestra tarea como preventiva y como tal requiere de cierto sosiego y reflexión.
Es fundamental señalar y manifestar el valor de los elementos y conjuntos arquitectónicos poco reconocidos, sólo así y con el tiempo conseguiremos que la conservación sea un compromiso transversal, universal e incuestionable. Necesitamos una crítica ciudadana, no tanto profesional que busque más allá del “no” sistemático o del consumo de imágenes desaforado. Una crítica ciudadana fundamentada en el análisis y la reflexión.
La mala arquitectura (por decirlo de alguna manera) igualmente hay que explicarla, hay que conocer también el patrimonio burbuja, que sin duda dice más de nuestra sociedad que muchos de los grandes edificios del siglo XXI.
Este año se celebra el Año Europeo del Patrimonio Industrial y Técnico, y desgraciadamente como viene siendo común este campo, ya sea por su ubicación, por los criterios empresariales, etc. estamos perdiendo un valioso recurso para significar y cohesionar territorios en continuo desafío y en búsqueda de identidades. También la arquitectura del siglo XX se queda a la cola, quizá por desconocimiento, por el predominio de estéticas arcaicas o porque sencillamente no tiene 100 años, y claro no es lo suficientemente antiguo…
Si aspiramos a una crítica ciudadana formada, alejada de las grandes imágenes, de las ideas convertidas en mantras, tenemos que retomar los lenguajes cercanos, comunes y asumibles por todos, y desde luego la palabra, ya sea escrita o hablada es un medio universal. De ahí el valor de la crítica arquitectónica que no hacen los arquitectos (somos tremendamente crípticos escribiendo). Lo es también el dibujo esquemático, errante, sucio, a veces confuso pero cercano y amable del arquitecto.
Los grandes arquitectos están por lo general trabajan a un nivel que no representa a la profesión entera, lo mismo que el patrimonio burbuja tampoco nos representa a todos, pero si nos afecta. Somos muchos arquitectos (y escuelas), quizá demasiados, y por esta razón (puede haber más) unos pocos nos queremos dedicar a “otras cosas”. No nos desaprovechéis. En la educación en ciudad, patrimonio y arquitectura está comprometido gran parte de nuestro futuro.
Originalmente publicado en Ahora Arquitectura.