El pasado año 2014 realizamos una ruta titulada “Las huellas del Metro de Madrid”, la primera de una serie de recorridos guiados que queríamos desarrollar sobre el patrimonio de Metro de Madrid.
Esa primera ruta partía de Cuatro Caminos, seguía a Chamberí, luego subestación de Quevedo a continuación estación de Bilbao, donde tomamos la línea 1 hasta Tirso de Molina, y finalmente Pacífico, donde acabamos con una visita a la Nave de Motores. Entre medias quedó por concretar una visita al local de Andén1 en Atocha (antiguo túnel a la estación ferroviaria) y en esa misma estación un supuesto vestíbulo azulejado, abandonado tras las ampliaciones de las cavernas en los 60 del siglo XX.
Ya entonces el proyecto de Sametrahm formó parte importante de la visita, como ejemplo de que el patrimonio sin uso ni actividad es un elemento frágil y vulnerable, y que esa propuesta, era lo suficientemente relevante como para reactivarlo y dotarle de un sentido actual y ciudadano. Nos alegra que la Plataforma Salvemos Cuatro Caminos la haya recuperado y evitado que se quedara arrinconada en una esquina de Internet como suele suceder. Más allá del interés patrimonial con esa visita queríamos poner de manifiesto la necesidad de que la ciudadanía conociera lo que se encuentra tras los muros de Reina Victoria, pudiendo trazar una línea entre la ciudad de sus padres y la de sus hijos y nietos.
Lo que por entonces era una amenaza difusa con el tiempo se ha ido manifestando en realidad. Se demolieron los talleres de Pacífico, se vende la cochera de Ventas, las de Plaza Castilla y se anuncia una torre de viviendas de lujo en la cochera de Cuatro Caminos. No reclamamos crear un santuario del Metro ni de Antonio Palacios. Seguramente gran parte de las instalaciones estén obsoletas, y deban de ser corregida su ocupación, facilitar otros usos y permitir una mejora en la trama urbana del entorno. Pero es innegable la necesidad de conservar y recuperar lo esencial para entender que es y que ha sido Metro.
Aquella visita pudo ser perfectamente un monográfico sobre la figura de Antonio Palacios, y también cómo desarrollar la imagen corporativa de una compañía a través de la arquitectura. Un apasionante desarrollo transversal, que va desde el logo hasta las carpinterías o la decoración de los talleres. Un ejemplo evidente de que el valor del patrimonio de Metro de Madrid, es el conjunto de sus instalaciones. Si solo mantemos los puntos y nos olvidamos de la línea que los une, perderemos esa fuerza, o en el mejor de los casos nos quedaremos con una máscara. Si nos maravilla el uso del azulejo en la estación de Chamberí, comprenderemos mejor la Nave de Motores, o si estudiamos los diseños de los estandartes de las bocas (desaparecidos) comprenderemos la importancia de la señalética y el anuncio en las redes de transportes.
Se ha perdido mucho material y muchos elementos históricos en el Metro de Madrid. Es comprensible que los requerimientos de uso y explotación son prioritarios, pero con el tiempo, hemos desarrollado la capacidad de valorar, entender y amar su importancia, y más que nunca se impone un equilibrio para no seguir borrando y achatarrando la memoria de generaciones de madrileños y de miles de trabajadores de la compañía, que soportan en definitiva, la imagen de Madrid.
Hay una oportunidad de cerrar el círculo. Un espacio patrimonial valioso y una colección de material rodante única y envidiable. Nos produjo cierta tristeza comprobar que para celebrar el 95 aniversario de la compañía se colocaran unos vinilos a una composición de coches 2000, existiendo material histórico original de 1919. ¿Se imaginan recorrer túneles de Metro en unidades históricas?. En Barcelona lo hacen. Estamos seguros que en Metro de Madrid, se lo han imaginado y para eso han guardado una pareja de cada serie. ¿Hay un Noé en Metro? parece que sí, pero no tiene “arca”, y en este caso está casi preparada. No perdamos la oportunidad.
Originalmente publicado en Ahora Arquitectura.